jueves, 5 de julio de 2012

Adios


Sus ojos se habían congelado, su boca se quedó muda y una lágrima dudaba en caer. Pablo la observaba con una mirada arrepentida y una respiración nerviosa. Se tomaron de las manos y esperaron al destino.


Christina era una chica hermosa. Tenía ojos enormemente verdes, una sonrisa de oreja a oreja, el cabello corto y rojizo como la puesta de sol, y su presencia coloreaba el ambiente. Nunca le había ido bien en el amor hasta que conoció a Alonso, un chico honesto y cariñoso aunque poco sociable. Empezaron a salir hace un par de años, tenían una relación común como la de cualquier pareja. Alonso era muy detallista, siempre llegaba a su casa con un ramo de flores, chocolates y amor, que volvían loca a Christina. Cada cosa que hacía la enamoraba. 


Hace tres semanas recibió dos noticias impactantes. La primera fue de Alonso. La llevo en una noche escarchada por el puente de los suspiros y caminaron hasta un pequeño mirador. Cuando él se arrodilló, Christina se quedó paralizada como si el viento la hubiera congelado, pero al mismo tiempo su rostro sonreía.

-¿Quieres casarte conmigo Christina? –dijo Alonso.  


Su respuesta fue un beso. Un beso tan largo que le tocó el corazón. Un beso tan delicado que sentía las caricias por más de que no lo tocara. Un beso que duró un instante eterno. Un beso lleno amor.


La segunda noticia fue la del problema. Unos días después de que Alonso le pidiera matrimonio, a Christina le llegó una notificación en el Facebook: una solicitud de amistad. Pablo Acosta, ¿qué habrá sido de él? Eran mejores amigos desde inicial y poco a poco su relación se fue fortaleciendo como la aleación de dos metales, ya no podían separarse. Al inicio eran dos niños inocentes que jugaban juntos, estudiaban juntos y aprendían de la vida juntos. Llegó la secundaria. Ella tenía 12 años y el 13. Él, todo flaco como un palito de dientes, ojos profundamente negros, el cabello tan ensortijado que daba la impresión de que los papeles que le tiraban en clase se perdían en esos pequeños resortes y jamás volvían a parecer. Las pocas veces que sonreía era cuando Christina estaba a su lado. Tenía el rostro apagado y frio, pero cuando ella llegaba se encendían sus mejillas. Cuando ella estaba él era feliz.


Cuando llegaron a secundaria Pablo se fue del país dejando atrás a su mejor amiga y un amor. Dejó todo lo que conocía y quería, dejó su vida y su corazón; dejó a Christina.


Después de unos minutos decidió  hablarle.


-Hola Pablo –dijo Christina- ¿Cómo has estado? Hace más de 10 años que no sé de ti.


-¡Christina! Te extrañé. –Exclamaba Pablo


- Quería decirte que hace más de dos meses que estoy en Lima. ¿Qué opinas si nos vemos?


-Claro. Mañana en Sofá Café de Larcomar. ¿Te parece?


- Te veo a las 5pm. 


Los minutos volaron tan rápido que en un parpadeo ya eran las4:43 pm del día siguiente. Christina tenía un vestido azul que escasamente cubría sus rodillas blancas y delgadas, unos taquitos que la hacían alcanzar las nubes y una vincha de flores que adornaba su cabello. Entró a la cafetería y vio a un hombre con terno negro, con una figura atractiva, una barba de 3 días, el cabello ensortijado y una rosa dormía en su mesa. Se acercó lentamente y se sentó como una mariposa posándose en una flor, con una delicadez  y elegancia típica de ella. Un beso en la mejilla era lo único que esperaban, pero ninguno de los dos se atrevió


-Y, ¿cómo has estado? –Preguntó Pablo con voz temblorosa- Me enteré que te vas a casar
.
-Sí, estoy comprometida, pero cuéntame tú qué haces aquí y cómo has estado.


Pablo demoró en contestar. Miró al suelo y a los costados buscando respuestas, miró a la tímida rosa que reposaba en la mesa. La tomó y se la entregó mientras se acomodaba en la silla y tomaba un interminable respiro.


-Seré directo Christina, regresé para buscarte. Regresé para recordar cómo era mi vida cuando era feliz. Regresé para despedirme.


-¿Despedirte? –Exclamó Christina- ¿A qué te refieres? ¿Tan rápido volverás a Italia?


-No, no volveré. Vine a decirte que te he querido desde siempre. Sé que sería imposible estar juntos, pero lo que más rogaría es que te quedes a mi lado estos últimos días. Hazme ese gran favor.


-¿Últimos días? No entiendo nada Pablo, ¡explícame que está pasando!


-Christina, tengo cáncer. Estoy en etapa terminal y me quedan aproximadamente dos semanas de vida. Me dijeron que aproveche a hacer lo que siempre quise y nunca pude. Siempre te quise pero nunca pude estar contigo. Quédate a mi lado como la mejor amiga que siempre fuiste para mí. No te pido nada más.


Christina se quedó helada, no pudo mover ni un solo dedo. El tiempo se congeló y todo estaba muerto e inmóvil. Lo único vivo fue esa lágrima que caía al vacío y esa triste sonrisa de compasión que se dibujaba lentamente en sus labios.

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